15 noviembre 2006

Cajonera

"Sílbame, tú sílbame,
si te encuentras en peligro,
sílbame, tú sílbame y ya voy"

Ayer por fin vacié los cajones de la mesa que tuve en casa de mis padres. ¡Cuánta historia había allí dentro!

Del primer cajón han salido muchos papelitos con notas caducadísimas (incluso una lista de la compra de hace 6 años... los alimentos ahora estarían criando gusanos; no, ni siquiera), entradas de cine, caramelos de manzana con sabor a mediodías en tren, papeles de colores y texturas rugosas, algún carrete de diapositivas sin usar y cartas y postales que todavía no he querido releer.

El segundo cajón es al que tengo más cariño. Para entenderlo habría que explicar que esa mesa estuvo antes en otra casa donde yo compartía cuarto con mi hermano. El segundo cajón, el del medio (puesto que sólo son tres), estaba reservado para mí. No sé qué cosas metería en aquella época, pero el hecho es que cada uno tenía su espacio y ese, el correspondiente a mi estatura, era el mío.
Para marcar la propiedad (en esos años un cajón propio era como conquistar todo un continente al que había que clavar una bandera) mi hermano y yo pegamos unas pegatinas en los tiradores. Era la época en que los bollos y el pan de molde traía cromos y pegatinas de regalo. Mi segundo cajón desde entonces quedó marcado con una Romy gatuna así como el de mi hermano tomó la estampa leonina de Willy Fogg. Esos cajones fueron acogiendo recuerdos de vueltas al mundo imaginarias en algo más de 80 días.
Hoy seguía allí mi Romy, algo descolorida y arrugada, sonriendo desde su puesto de vigía, guardando ocho cuadernos. Dos de ellos tamaño folio y de tapas lisas, tres con formato A5 (dos regalados y uno comprado), y otros tres tamaño cuartilla: uno viene con pequeñas ilustraciones y frases de Shakespeare en cada hoja, otro es de papel reciclado y el tercero, que es el más fino de todos, tiene en la portada la reproducción de un cuadro de Hendrick Avercamp y el interior sigue tan blanco como el hielo sobre el que patinan sus personajes.

Tres de estos ocho cuadernos siguen esperando su momento, soñando cuál será su primera frase o dibujo. Los otros cinco, cajones también a su manera, contienen una amalgama de piezas sueltas, apuntes de Filología hispánica, dibujos y apuntes rápidos, una lista de palabras que me gustan aunque acurrucarse no aparezca, fragmentos de libros y poemas, intentos fallidos de textos propios que no recordaba haber escrito y que he releído con una mezcla de vergüenza y extrañamiento, la receta de la tarta de manzana de mi abuela (precalentar el horno a 180º) y los posibles nombres para una gatita que llegó en aquella época, (un catorce de noviembre, para ser exactos).

El último cajón, el tercero y más cercano al suelo, es el menos honroso. Estaba reservado a papeles viejos y recortes de prensa; folios desechados en los que solo una de las caras estaba usada y que yo rescataba del olvido para darles una nueva oportunidad tomando notas o dibujando por su revés. De ahí salieron parejas estrambóticas, uniones de textos viejos revividos por la interpretación que desde la otra cara, como dibujo o nuevo texto, se les daba. Quizá sea al revés y éste sea el más honroso de los tres cajones, al menos el más solidario y considerado.

En unas semanas la mesa, con su cajonera y su Romy fiel, se va de viaje; van a conocer el mundo que ya han visto en su interior, a recorrer una larga distancia para acoger otros cuadernos, caramelos y postales. Pero mi Romy seguirá ahí, vigilando mis recuerdos y mi historia en barco, en elefante, en tren.
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4 Comments:

Blogger EFEjota dijo...

De los tres, mi cajón era el de abajo del todo, y el de los trastos de nadie el de más arriba. Pero nuestro cajón de sastre no tenía esas criaturas tan mágicas que conociste tú, esas parejas estrambóticas que cuentas. Me gusta mucho esa idea, daría para escribir un libro o al menos un relato muy jugoso.

Por suerte mi cajón no ha sido desahuciado aún, sigue aguantando con mis pequeños secretos de otra época, e incluso de otro yo, pese al tifón que ha arrasado con todos los demás muebles de la habitación y el cambio de uso de la misma. Ahora la usan de despacho y cuarto para planchar.

Cuando salga de viaje tu cajón hazte una foto con él para recordar los miles de veces que has tirado del pomo. Dale ánimos y una pastillita para el marro.

lknmq: lindas kechuas no me quieren

15/11/06 10:45  
Blogger sara olmos dijo...

me haré la foto...
;)
...aunque quedará olvidada en otro cajón.

xmhvua:
Xavier María Héctor Víctor Úrsula Andrés

15/11/06 18:14  
Anonymous Anónimo dijo...

Así que esto (el blog) no es más que tu tercer cajón virtual...?

18/11/06 01:30  
Blogger sara olmos dijo...

Pues sí, es un cajón que va creciendo y nutriéndose de mis otros cajones no virtuales.
Quizá sea más como los anaqueles de una biblioteca, porque aquí llegan las cosas ya nombradas y algo más ordenadas que como están en su apariencia física, aunque en conjunto sí que da la sensación de gran cajón multiusos, XD.

Un beso

pqmvdg:
pocos quieren mermelada verde de guisantes

18/11/06 19:43  

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