06 noviembre 2006

Desconcentrada

No me acostumbro a escribir en este sitio aséptico e impersonal que es el cibercafé. Ahí fuera pasan coches y motos (aunque en ninguna veo a Audrey Hepburn y Gregory Peck) que cruzan por delante de una fuente de Bernini de formas gelatinosas y resbaladizas recreando un pequeño océano en el centro de la plaza.

Aquí dentro suena una música que me aisla del rítmico sonido del agua del Tritone y del bullicio propio de estas horas en que la gente (muchos turistas y algún romano) regresa a casa, aprovecha para hacer alguna compra, o charla por su "telefonino".

Para escribir necesito mi lugar. Un sitio más íntimo y donde desviar la mirada para pensar. Aquí, si entretengo la mirada, no veo más que otras tantas pantallas como la mía, la mayoría esperando a ser observadas, colgadas de un panel de madera clara y como únicos compañeros un teclado sin "eñe" y un ratón que por lo achacoso que está quizá sea contemporáneo de la fuente de ahí fuera.

Pasado mañana volveré a mi rincón, pondré estos últimos posts en orden porque vuelven un poco arrugados de estar en la maleta y ya no veré cómo los turistas al regresar a sus hoteles dan el relevo a todos los gatos que por la noche, en la quietud de los foros, se convierten en los dioses de la ciudad.